Aquí las 8 pautas para que tus hijos aprendan a gestionar el miedo, una emoción que no es mala y sí necesaria

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Archivo - MIEDO, NIÑA - PEOPLEIMAGES/ ISTOCK - Archivo
Publicado: martes, 9 agosto 2022 8:35

MADRID, 9 Ago. (EDIZIONES) -

   Una de las principales cosas que hay tener claras como padres es que debemos fomentar la educación emocional de nuestros hijos lo antes posible. Para ello, un primer paso fundamental es legitimar sus emociones, y después el no pensar que las emociones son positivas o negativas, en buenas o malas, cuando esto no es así porque todas son necesarias.

   Una de las más presentes y que generalmente más cuesta gestionar es el miedo, una emoción primaria que se caracteriza por ser una intensa sensación desagradable que surge al percibir un posible peligro o daño (real o imaginario), una amenaza.

   "El miedo viene en nuestro código genético. Provoca una sensación muy desagradable, pero por otro lado es necesaria porque nos hace percibir peligros físicos, emocionales, y nos hace reaccionar porque ese elemento amenaza nuestro bienestar y garantiza nuestra supervivencia", defiende en una entrevista con Infosalus la psicóloga Begoña Ibarrola, experta en educación emocional y terapeuta infantil y juvenil durante más de 15 años.

   Pero advierte de que el miedo, además, no es solo propio de los niños, sino que también los adultos tenemos miedo, y nuestros miedos van evolucionando a lo largo de nuestra vida.

   Señala esta experta que hasta los 6-7 años es muy típico en los menores confundir los miedos reales con los imaginarios, de forma que si ven en una película que un monstruo sale de un armario es previsible que durante días estén creyendo que ven a un monstruo salir del armario.

   "Nosotros los adultos les tenemos que enseñar siempre desde el respeto, la aceptación y la legitimación de su miedo. Es normal y tenemos que acompañarles para que puedan hacer frente a ese miedo y no entrar en un bucle, porque puede tener como todas las emociones distintas intensidades", mantiene la autora de 'Comprende a miedo' (Editorial Sentir), un libro dirigido a niños que acaba de publicar y en el que orienta sobre la gestión de esta emoción.

   Así, indica que a la hora de que un menor desarrolle miedo existe por un lado una parte genética, otra de aprendizaje, y otra más fruto de las circunstancias de cada uno. Por ejemplo, cita que si nuestra hija vive en una zona de tornados es lógico que tenga miedo a los tornados, mientras que un niño que no vive en esa zona no tenga ese miedo y no reaccione igual. Pero habla también de miedos que heredamos, como el miedo al fuego, un elemento peligroso y que puede poner en riesgo nuestra vida. No hay más que pensar que si en un espacio cerrado alguien grita 'fuego' todo el mundo sale corriendo en pánico.

   Ibarrola destaca también que los padres podemos enseñar a nuestros hijos a tener miedo. Por ejemplo, si un día gritamos al ver una serpiente o una araña nuestros hijos pensaran que hay que tener miedo a esa araña o serpiente, piensan que son peligrosas. Por eso aquí cree que los adultos debemos cuidar nuestros miedos y controlarlos porque a estas edades es muy típico el aprendizaje por imitación.

MIEDOS MÁS COMUNES EN LA INFANCIA

Hay algunos que son comunes y otros depende de la educación, del entorno y de las experiencias del niño como decíamos. Los miedos más comunes son el miedo por separación de la figura de apego, generalmente a separarse de su madre, y que además suele ser el primer miedo, precisa esta psicóloga.

   A los pocos meses los niños más pequeños pueden desarrollar el miedo a las personas extrañas: "Al ver caras que no reconocen hay un porcentaje alto que puede sentir miedo. También miedo a ruidos fuertes; también miedo al dolor, cuando van siendo un poco mayores, a la oscuridad o algunos animales, a perderse, a quedarse solos, a caerse o hacerse daño ellos por hacer alguna actividad y hay niños que no les importa correr riesgos y otros si tienen percance en seguida cogen miedo a subirse al tobogán".

   A 3-4 años es frecuente el miedo a los monstruos, a los payasos, o a los fantasmas, que tienen más que ver con parte imaginativa; el miedo a las tormentas y a los rayos. "Ya cuando cumplen 5-6 aparecen otros como el miedo a hacer el ridículo o a no saber responder, a no tener amigos y no caer bien. Ya son miedos más vinculados hacia el exterior, a una necesidad de esa etapa, de tener amigos, de vincularse con los demás y de ser reconocido, a no tener éxito en una actividad concreta", detalla.

   Eso sí, Ibarrola resalta que los miedos van evolucionando a lo largo de la vida y las personas mayores presentan distintos miedos conforme evolucionamos también. "En un momento u otro dejarán de tener miedo a los fantasmas porque al final saben que no existen y que están en los cuentos. Pero mientras viven en los mundos imaginarios sufren", aclara.

   Otro miedo muy típico por ejemplo a los 5 años, según confiesa esta especialista, es el miedo a la muerte de seres queridos, a la enfermedad, y la conciencia de que estas personas a las que quieren pueden morir, "y ahí aparece ese miedo y si le pasa algo a mama o a papa o si les pasa a ellos".

PAUTAS PARA GESTIONAR EL MIEDO

   Con todo ello, Begoña Ibarrola menciona una serie de pautas para ayudar a nuestros hijos a gestionar el miedo:

   1. Los adultos debemos comprender que el miedo no es malo. Les transmitimos información equivocada muchas veces diciendo que "el valiente es el que es capaz de afrontarse a su miedo", cuando esto no es así. No hay que confundir valentía con la imprudencia o la temeridad. Si cree que ser valiente significa no tener miedo está equivocado. La valentía no es una emoción, es un comportamiento que se caracteriza por superar el miedo, lo que no debe confundirse con sentir miedo.

   2. El adulto no puede ridiculizar al niño o llamarle miedica, debe hacerle comprender que el miedo es una emoción que es natural, que también la sienten los adultos, y que pretende garantizar su supervivencia. Siempre va a estar con nosotros, y tiene sus cosas buenas porque nos ayuda a evitar peligros.

   3. Después, una vez entendido esto, legitimar sus miedos, escucharles y comprender que les limitan y les hace estar en alerta y enseñarles que es una emoción que todos sentimos. Esto les relaja bastante, el saber que todo el mundo la siente.

   4. Hablar en familia sobre los miedos que siente y que van cambiando. A lo mejor sus hermanos mayores o sus padres tienen otros miedos. Así el niño verá como natural esta emoción y no tenderá a reprimirla.

   5. Ayudarle a que se enfrente a sus miedos sin forzar, y cuando se sienta preparado. A veces es interesante en su opinión ponerlos gradualmente en contacto con lo que les da miedo. Es una manera de que aprenda a afrontar sus miedos que no son necesarios y que, al superarlos, pueden mejorar su autoestima. Por ejemplo, si el perro del vecino le da miedo, al principio se le puede acompañar de la mano al pasar por delante del perro. Luego, poco a poco, le dejamos que pase solo y el padre o la madre viéndole, hasta que el niño, sin la presencia del progenitor logrará pasar delante del perro y no sentirá miedo. Se debe realizar una aproximación sin forzar porque si forzamos hacemos lo contrario y podemos incluso intensificarlo.

   6. Otro consejo a seguir es que los adultos pueden ofrecer a los pequeños también modelos correctos de cómo actuar frente a diferentes situaciones de miedo. De hecho, la forma en la que una madre o un padre se enfrenta a sus propios miedos le da al hijo el patrón que ha de seguir en una situación similar.

   7. A veces es bueno en niños muy ansiosos enseñarles técnicas de relajación para que se calmen en las situaciones con mucho miedo, para que baje la intensidad de sus emociones. Entonces, su respuesta fisiológica no será tan alta y desde la calma se puede hacer frente al temor de un modo más eficaz.

   8. Si a tu hijo le cuesta identificar sus miedos puedes proponerle que dibuje o exprese con su cuerpo aquello que le da miedo.

   9. Cuidado con transmitir a los menores los temores de los adultos sin darnos cuenta, con nuestra forma de reaccionar. Esto es algo bastante habitual en las dinámicas familiares. Si se ve que algo te asusta automáticamente lo va a catalogar como algo peligroso y va a responder igual que tú ante ese estímulo.

   10. "La actitud de los padres y profesores es imprescindible a la hora de aceptar y superar los miedos ya que si les transmitimos seguridad, serenidad y confianza en ellos mismos se sentirán capaces de enfrentarse a ellos. En cambio, si los ridiculizas y te burlas de ellos no vas a disminuir el temor que siente, sino que perderá la confianza en compartirlo contigo. Una actitud empática es la base puesto que así se sentirá comprendido y estará más dispuesto a reconocer sus temores y enfrentarse a ellos, sabiendo que algunos pueden servirnos de ayuda", sentencia la psicóloga Begoña Ibarrola.